De un tiempo a esta parte la política dejó de ser lo que antes era.
No se trata de una evolución, eso sería muy complicado. Es más bien el asalto de los holgazanes.
Los cargos de representación en esta democracia representativa, han consolidado la agenda personal de los que detentan el cargo, sin que respeten líneas partidarias o (en el caso de lo que en verdad deberían), representar la colectividad.
Cuando la política la hacían los políticos, el plazo de los 100 días de inicio en la administración, en este caso municipal, servían para dejar acomodar la casa sin que los opositores hicieran críticas públicas a los nuevos incumbentes (perdonar novatadas).
Han pasado no sólo cien, sino muchos más y los concejales opositores han brillado por su silencio ante las rendiciones de cuentas de los alcaldes, igual los vocales (no han dicho ni “o”) de los informes que han adelantado los ejecutivos municipales.
¿Y los partidos de oposición?
Parecen esperar el tiempo de campaña para atosigar a la población con propagandas, dejando a su suerte los territorios.
Mientras tanto 102 de 158 alcaldes no presentan su declaración jurada, la generalidad no ha mostrado un plan de trabajo más o menos coherente y salvo casos excepcionales, nadie habla de auditorías a administraciones pasadas.
En la municipalidad los tres partidos principales son gobierno u oposición, el sombrero les sirve a las cabezas de una generación y no solo un size en específico.