Insistimos en que la larga frase con la que el alcalde de Santiago irrumpía en el proceso interno de su partido en aspiraciones presidenciales, tarde o temprano, se revelaría como un mal lema de campaña: “quien cambia una ciudad, cambia un país”.
Primero porque no es lógico (el gobierno local no es ni remotamente referencia a uno nacional) y, segundo, porque impone el peso de la obligatoriedad de ganar (sí o sí) en la plaza que, a su juicio, ha cambiado.
Quien cambia, o transforma, un territorio no puede perder en una consulta electoral. Y más si promueve un relevo que a su vez se ha adherido en los logros que exhibe la gestión del saliente ejecutivo municipal.
Hay quienes auguran que febrero preanuncia mayo. Personalmente no lo creo.
Lo que sí creo, así lo confirman los hechos, es que la preocupación del candidato presidencial Abel Martínez, es no perder del presidente de la República, al menos en Santiago.
La presión es de Abel. ¿Por qué? Primero el presidente, sabedor de las reacciones de sus opositores, dijo en la única marcha que ha realizado, que su candidato Ulises Rodríguez, aventaja por 20 puntos al pupilo del joven caudillo morado.
Con eso encerró a Abel en un municipio, de ese anuncio a la fecha van 4 convocatorias de recorridos por diferentes circunscripciones de Santiago (el municipio). Su radio de acción es ganar o si finalmente pierde, que no sea por 20 puntos.
¿Qué obtendría Abel ganando en Santiago?
Equipararse al mandatario-candidato; quitarse el Sanbenito de que perdió en su propia plaza; mostrar que su presencia es necesaria en la fórmula presidencial de la alianza Rescate RD.
A pesar de que todas las anteriores son justas y necesarias, Abel no debería descuidar los otros frentes, pues terminadas las municipales apenas restan 90 días para las presidenciales. No debería angustiarse, pues sabe que siendo director operativo de la campaña presidencial de Gonzalo, perdió en Santiago, la ciudad que ya había «transformado», y nadie se lo recuerda.