Nadie que conozca la historia reciente (y la no tanto) del municipio y provincia de Santiago, puede desconocer la astucia que ha exhibido navegando en las procelosas aguas de la política, Marino Collante Gómez.
Un líder audaz que, tanto en lo político como en lo personal, ha sabido superarse a sí mismo. No resaltar sus logros electores sería una mezquindad.
Subió temprano al ring político, acumuló codiciadas preseas pero, a estas alturas, no parece estar en forma para el presente pleito.
¿Decimos esto por el revuelo de unas declaraciones de ayer? No, lo decimos porque ha sido lo único que ha dicho, hasta ahora.
¿Qué dijo Marino? Transcribo íntegramente:
– ¿Cómo está usted a nivel de encuestas?, pregunta la joven entrevistadora.
– ¡Muy bien! ¡Pero muy bien!, responde Collante.
– ¡Oh! ¿Sí?
– De manera que cuando yo acepté ser el candidato del Partido de la Liberación Dominicana a la senaduría, yo me preparé. Yo estoy plenamente seguro que la gente, como me conoce y sabe quién es Marino Collante, no tengo duda de que perderé la senaduría de Santiago. ¡Eso estoy plenamente seguro!
Porque yo no soy un político fanático. Yo soy un hombre objetivo y no voy a decir una cosa por otra, mi trayectoria no me lo permite…
Lo dijo. Fue un error. Es humano, no hay pecado.
Hasta ahora es aspirante, no candidato. La cautela en lo que expresa y en sus silencios se impone en una coyuntura que aguarda por definirse en una alianza. Sí, una que se sobrepone a él y su voluntad, a la cúpula de su partido y los egos de sus líderes, porque en política, finalmente, se hace lo que imponga la circunstancia.
¿Será candidato oficial? Es probable.
¿Dónde están los estrategas, su equipo? Si existe, deben mejorar su trabajo.
¿Qué hacer? Debe construirse una narrativa que conduzca al poder en un lenguaje positivo.
¿Qué no hacer? Culpar a la prensa. Cuestionar la profesionalidad de quien lo entrevista es poco rentable. Por algo la tradición, a los que trabajan en los medios, les llama “amigos de la prensa”.
Para llegar a puerto seguro, nos consta que bien lo sabe, necesita una brújula para orientarse y un barómetro que le diga cómo anda el clima, en estos tiempos que hasta los números mienten.
Sin este equipo mínimo, naufragará.