La vida de los pobres del mundo discurre en una tormentosa rutina de preocupaciones, ansiedad y angustia. Para ellos, los horarios y calendarios son estáticos, sin variación alguna. El tiempo, en su implacable dialéctica, es el gran castigador que convierte a todos los días iguales para los pobres.
Para los de abajo la realidad es cruel y amarga, porque la estrechez, carencia y desaliento los flagela inmisericordemente.
Para los pobres de todos los confines de la tierra la vida es solo sal sin azúcar; es desierto sin oasis; es navío sin brújula, es espalda adolorida, manos callosas y voluntad extinguida. Y todo debido a que los dominadores del mundo, durante más de 200 años, han impuesto un modelo injusto de exclusión social, que arrincona y devalúa a los pobres, pero los entretiene con recetas de ilusiones a través del marketing y la publicidad en la televisión, para inducir al consumismo, o a través de la política, los políticos los adormecen y enajenan con promesas cada cuatro años.
Los dominadores han inventado y promueven que existe un “sueño” o una “esperanza” para cada individuo y que este puede lograrse. Los sujetos se hacen ancianos y no pueden lograrlo. Nos timan con esa inverosímil pretensión, carente de factibilidad y concreción porque el sistema es cerrado. La promesa de movilidad es la gran mentira del sistema para entrampar, atrapar y esclavizar a los desventurados.
La revista Forbes nos estruja cada año su exclusiva lista de multimillonarios del mundo, definiendo a los que nombra -1,826- de “exitosos”, “ganadores” e “influyentes”. Entonces los pobres somos fracasados y perdedores porque no aparecemos –ni estaremos nunca-en ese fachendoso pedestal.
Pero nos venden esa lógica rentista de éxito. Lo que importa es ser millonario, tener y exhibir mucha plata, sin importar el origen. Nadie cuestiona la forma como “los exitosos” amasan semejante fortuna, generalmente explotando una masa de empobrecidos trabajadores, pagándole deprimidos salarios.
Es un modelo -el mismo modelo- que lo reinventan y lo hacen cada vez más opresivo y malvado; más descarnado y más implacable, en perjuicio de los pobres del mundo.
El actual es un modelo que induce a que ochocientos cinco millones de hombres, mujeres y niños del planeta –uno de cada nueve- padezcan hambre, mientras en el mundo el gasto militar para guerra y defensa es de 3,3 millones de dólares por minuto, 198 millones de dólares por hora, casi 4,800 millones diarios. Lo cual equivale a 1,747 millardos al año.
Es un modelo que preconiza la guerra entre los pueblos, para que los dueños del mundo fortalezcan su industria militar. En fin, un modelo geopolítico asimétrico, unipolar, que promueve el conservadurismo como ideología y praxis de los sujetos sociales.
El de hoy es un orden social que quiere imponer un universalismo cultural que quiebre la identidad de los pueblos. Y los dominadores de allá y de acá nos regalan e imponen una escuela desideologizada, que no enseña a los individuos a revelarse, a impugnar el modelo y a luchar para derrotarlo.
El autor es Profesor UASD.