La elección ayer de Zohran Mamdani como el primer alcalde musulmán y de ascendencia del sur de Asia en Nueva York, no fue sorpresa.
Nadie dudaba que la efervescencia y esperanza que desplegó su candidatura proyectaba lo que terminó siendo, una convincente victoria electoral. Pero tampoco es insensato suponer que este poderoso símbolo de la diversidad de la ciudad va más allá del cargo local para proyectar desde esta vitrina mundial la opinión de un liderazgo emergente en momentos de intensificación de las tensiones globales, más que por New York por su identidad cultural y religiosa.
Gobernará una ciudad santuario en medio de las tensiones de migración, la radicalización de discursos y la pasarela de la fe.
Cercana está la navidad y, aunque el Islam considera la idolatría como el único pecado imperdonable y no acepta que Dios tenga hijos, suponemos que se decantará por la referencia cultural de celebración de la vida y demás, aunque la expectativa es ver con cuántos de los suyos (o como lo interpreta su comunidad), al verlo en Times Square a apretar el botón para que la Bola anuncie el conteo regresivo como lo hace desde 1907.
Además de este peso y su relación con los cristianos y la influyente comunidad judía. La postura abiertamente crítica de Mamdani hacia el gobierno israelí y su firme apoyo a la causa palestina han generado una profunda polarización dentro de la comunidad judía y han provocado la hostilidad de sus líderes. El riesgo es que esta profunda brecha política se contagie a las relaciones cotidianas entre los neoyorquinos.
Si bien muchos cristianos progresistas apoyaron su agenda de justicia social, Mamdani inevitablemente chocará con grupos de fe que tienen visiones más tradicionales sobre la familia y la moralidad. Recordemos que su agenda se alinea con el progresismo en temas como los derechos LGBTQ+ y los derechos reproductivos.
Mamdani sabe que estará bajo una lupa y que cualquier error (administrativo o personal), tiene el riesgo de ser enmarcado a través del lente de los prejuicios o de los estereotipos religiosos, un desafío que otros alcaldes no enfrentan al mismo nivel.
Una oposición de base cultural o religiosa haría más difícil la colaboración en otros temas esenciales como la vivienda o la pobreza. Ya en campaña vimos el intento de instrumentalizar su fe y su ascendencia para avivar el miedo y la desconfianza.
El desafío de Mamdani será desarticular estos prejuicios mediante una gobernanza transparente e inclusiva.









