Un trovador precisa recoger palabras en el aire, macerarlas con las cuerdas de su guitarra y derramar canciones por los caminos que transita.
Canciones o historias contenidas en canciones, que parecen extraídas de nuestro diario secreto, o de otras miles de rutinas que descansan en las copas de vino ajenas.
Un trovador precisa cantar historias con sus cuerdas vocales y liberar emociones en nuestros corazones.
Un trovador, digámoslo de una buena vez, exorciza amores que nunca fueron y pasiones que nos impulsan a pensar en que pueden ser, porque el destino manda.
Un trovador precisa de algún tipo de magia para encandilarnos frente a la hoguera, hacernos sentir como en casa y contarnos la historia de un corazón mustio en desamor:
“Dime si te gusta/ mi locura aún/ que si te amo y me amas/ esto es un mal común./ Dime si lo ves/ no te me quedes ciega/ que si no lo ves/ me quedo sin color/ porque el colorido está en tus ojos/ y si ya no los abres/ en blanco y negro se queda/ esta canción”.
Pavel Núñez tiene clara su misión y precisa de un mentor. Pavel, brillante trovador de nuestros días, tuvo a Víctor Víctor (“Tu amor/pintoresco y único/Por todo lo que hiciste y sembraste en mí/ Amigo querido/ Mi padre y también mi hijo.”), un as bajo la manga que le enseñó los trucos para sortear las más difíciles situaciones de la canción.
Por supuesto, también se aprecian otros aires en sus versos, desde Juan Lockward (“Las luces de la ciudad,/ tu rostro, el cielo/ la mesa que me sirvió/ para escribirte to’ estos versos./ Santiago de frente y yo que te adoraba/ estrella que junto a ti me iluminaba/ y me dejaba sin aliento”) hasta Pablo Milanés, pasando por el inefable Serrat, el maestro de todos.
Pavel sale a la sala Restauración del Gran Teatro del Cibao, ataviado de negro regio, sombrero de ala corta y se hace acompañar de otros músicos.
Sabe que puede cantar y contar las historias detrás de lo que canta. Sabe que puede contar con la complicidad de su público: “Siempre que se va una melodía/ Llega otra canción/ Vienen ganas malas de cantarlas/ Trae tu nombre el sol”.
Pavel sabe las canciones que el público espera, pero también incluye nuevo repertorio y una que otra que forman parte de su playlist más íntimo: “Se me perdió tu nombre/ Y ya no pude mencionarte nunca más/ Se me atrasó la angustia/ Y no pude sufrirte cuando se ameritaba/ Se me escapó la lluvia/ Y me dejó encharcado de recuerdos, de dolor/ Y si esa misma lluvia te mojó quizás recuerdas”.
Al fin y al cabo, de lo que se trata es de entregarse sin engaños y dejarse amar mientras dure la esperanza de hacer la noche eterna. Pavel agradecido trae vida a los corazones “Y te entregué la luna, te entregué mi sonrisa/ Te entregué la armonía que corría por la brisa/ Devuélveme el verano que te di en cada abrazo/ Devuélveme la calma que se esconde en tu espacio”.
Y todos salimos con la certeza de haber vivido una noche única, una noche mágica, como deben ser las primeras citas: sentir el cuerpo lleno de mariposas.