En su idiolecto el pintoresco Hipólito Mejía, extasiado en el ejercicio de la Presidencia de la República Dominicana y deseando su continuidad en el poder, reveló que “le gusta el carguito”. El actual Presidente Danilo Medina Sánchez tiene la misma sensación placentera de Hipólito Mejía respecto a la Presidencia, a juzgar por los innegables aprestos que persiguen su prolongación en el mando público para un tercer período sucesivo. Todo evidencia que al mandatario sureño también le gusta el “carguito”.
El escenario que tiene hoy el gobernante de linaje sanjuanero es hostil. En buen dominicano “la pava no pone donde ponía”, porque a Danilo Medina le “cogieron la seña”, ya que dos frentes opositores (interno y externo) madrugaron y están atrincherados en el frente de batalla cañoneándolo con impetuosidad: un Leonel Fernández envalentonado, aspirando al poder, con dos millones de simpatizantes detrás suyo, y una oposición más optimista y apertrechada, vendiendo como marca principal para el cambio político al Partido Revolucionario Moderno (PRM), bajo el slogan “ponte en esto”.
Danilo Medina, quizás por ser sanjuanero, ha estado cubierto de un manto mágico. Me dicen que al mandatario los protegen un azabache para el mal de ojo, un amuleto de buena suerte en el bolsillo, una virgencita de la Altagracia en la cartera, se tira de la cama con el pie derecho, se persigna antes de salir de su casa y antes de tomarse un trago echa un chin en el suelo para los santos. Todos estos elementos misteriosos se los proporcionó –me contaron- su hermana Lucía Medina, una creyente en seres misteriosos.
A nivel internacional, la coyuntura le ha favorecido, en especial la baja en el precio del petróleo, lo cual ha permitido que la economía fluya con estabilidad y control inflacionario. A nivel interno, la atomización de la oposición y el control absoluto del congreso, han permitido a Medina un ejercicio gubernamental sin tropiezos. Solo confrontó dificultades con el caso Odebrecht, porque la oposición, en especial la izquierda, configuraron la Marcha Verde, que puso contra la pared al gobierno.
Hábilmente, Danilo Medina repartió la carga de la corrupción en el caso Odebrecht: apresó a gentes del PLD, pero metió a la cárcel a cuadros del PRM, entre ellos, nada más y nada menos que al Presidente y al Secretario General de ese bisoño partido, con lo cual le dio un nocaut fulminante a Marcha Verde, que nunca más ha logrado sobreponerse a tan contundente golpe.
El Presidente Danilo Medina ha sido obsesivo debilitando a las fuerzas opositoras. Fue el mandatario Medina quien se engulló al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), forzándolo a un pacto que ha permitido la incorporación al gobierno de una parte del liderazgo del viejo partido blanco.
Hoy se observa a un Miguel Vargas Maldonado muy cómodo y placentero fungiendo de Canciller, viajando por todo el mundo, codeándose con líderes mundiales y una abundante figuración mediática.
Los líderes del PRD, con Miguel Vargas a la cabeza viven una exquisita y seductora “zona de confort”. Todos perezosos y sedentarios, disfrutan las migas que le da haber sido bisagra del PLD.
El PRD y sus dirigentes han perdido la voluntad de poder, el principal combustible de un partido político.
Juan Domingo Perón sostenía que “los partidos políticos triunfan o son destruidos por sus conductores. Cuando un partido político se viene abajo, no es el partido político quien tiene la culpa, sino el conductor”.
Es oportuno señalar que en la división del PRD jugaron un papel importante dos caciques: Hipólito Mejía y Luis Abinader, quienes se precipitaron a formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM) en 2014, organización que tuvo, como se esperaba, un opaco desempeño electoral en las elecciones del 2016.
El PRD, consecuencia del mal gobierno de Hipólito Mejía, fue desalojado del poder y recibió cinco derrotas electorales sucesivas. Pero Mejía no quiso jubilarse y darle oportunidad a un relevo, y en aras de mantener protagonismo en la escena, prefirió formar una “tienda aparte”, aventura a la que torpemente le ha acompañado Luis Abinader.
Si Abinader se hubiese quedado en el PRD pactando con Miguel Vargas, él fuera hoy el líder del PRD y quizás hasta el Presidente de la República, habidas cuentas del desgaste del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por el largo período gobernando y los errores cometidos.
El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) es una franquicia que el PLD ha contribuido a su despedazamiento, a través del nombramiento de altos dirigentes coloraos en importantes posiciones del Estado.
Para comprender el desgaste y obsolescencia de Hipólito Mejía solo hay que analizar lo que le ocurrió en 2008, que encabezando el PRD las encuestas fue derrotado contundentemente por Danilo Medina, solo montando una campaña televisiva recordándole a las personas la hiperinflación durante su gobierno, y el infierno para las amas de casas cuando iban al supermercado, la escasez de azúcar, las filas para conseguir gasolina, entre otros yerros.
La coyuntura indica que el Presidente Danilo Medina no las tiene todas ganadas en su afán continuista. Por su ambición personal y egolatría una derrota electoral en 2,020, cual leviatán, lo hundiría a él y su partido, y peor, la historia lo registraría como un descolorido y vacuo caudillo, similar a los tantos que hemos tenido a lo largo de nuestra caciquesca historia social y política.
El fantasma de la división en el oficialista Partido de la Liberación Dominicana ha aflorado. Eso no se puede negar. Es tal el antagonismo, que ante los golpes recibidos por los leonelistas, de no ser candidato presidencial en 2,020 el nacido en Villa Juana, estos estarían dispuestos a “quemar la nave”.
El autor es Periodista.