Cuando Leonel Fernández se terciaba la banda presidencial por primera vez, era un “muchacho”.
En el país de entonces, frente a políticos octogenarios, los presidenciables habían sido al menos cincuentones.
Con 42 años relevó al presidente de 89. No solo por la edad, Leonel rompía paradigmas. Se convirtió en un fenómeno, quizás el único que hemos tenido después de la tiranía.
Tres condiciones le dieron, rápidamente, la apreciación de estar preparado para ocupar la primera magistratura: la discreta forma de mostrar su proverbial cultura, saber administrar la fogosidad de la juventud y convencer de una temprana (y por eso extraña) madurez.
Villajuanero nacido en San Carlos, reivindicó el barrio solo cuando fue necesario. Era mucho más que eso. Su origen, la historia de su madre, de su estancia formativa en Estados Unidos y su destreza para responder, la chispa que a esos años se revela como astucia cautivante.
De aquel Leonel a este hay un trecho de tres gobiernos y 28 años.
La construcción de una nueva organización política como Fuerza del Pueblo, centra su objetivo fundamental en su regreso al poder. Argumentos hay, pero todos para sustentar lo que en esencia dio origen al cisma, otrora impensable, de los «muchachos de don Juan».
Es la tendencia. por la misma fórmula llegan al poder libertarios y outsaiders , derechistas e izquierdistas, todos compiten con figuras de viejo cuño, para muestra México y más recientemente Chile (sino observen cómo reinventan a Eduardo Frei).
En estas tierras de Dios, lo demuestra la constante histórica, la edad importa poco.
¿Volverá Leonel al poder? Eso no lo sé, tampoco usted, ni siquiera él.
El escenario político del 2028 (como ha ocurrido siempre), el ganador lo dirán las circunstancias.